viernes, 6 de agosto de 2010

Inconfundible (I)

El chillido del fúrbolg medio moribundo se apagó a medio camino de convertirse en grito cuando la pantera lo degolló de un certero zarpazo en el cuello, el druida no disfrutaba en manera alguna matando seres vivos, pero las tierras antaño seguras y rebosantes de vida, se habían tornado hostiles y repletas de criaturas anómalas, transformadas por la magia vil o la plaga.

Se quedó ensimismado, mirando el cadáver de la criatura y la sangre manando del cuello, una sangre más parecida al alquitrán caliente con un nauseabundo olor acre que a la sangre de cualquier ser vivo sano, suspiró, a menudo recordaba cómo era aquello antes y su corazón le pesaba como una losa de pura tristeza. A pesar de ser un elfo bastante joven, su vida estaba repleta de recuerdos dolorosos.

Sumido en unos pensamientos cada vez más oscuros, el felino se preparó para saltar sobre su siguiente presa, tensó el cuerpo y acechó, estaba a punto de abalanzarse sobre su víctima cuando un aroma le llamó la atención; el gato dilató las aletas de la nariz para percibir mejor el olor e irguió la cabeza en estado de alerta, sin duda el olor no procedía del campamento piel de cardo, venía de más lejos, pudo distinguir claramente el aroma por encima de la mezcolanza de olores, sabía de qué se trataba, entrecerró los ojos: “Inconfundible”-pensó, y sin pensárselo dos veces dio la espalda a los fúrbolgs y empezó una veloz carrera;cuando la pantera llegó al límite de sus fuerzas, transformó su cuerpo en el de un guepardo para ganar velocidad, tomó el camino camuflado a medias entre la maleza poniendo rumbo al lago Falathim.

Notaba su corazón latiendo con fuerza en el pecho a medida que avanzaba a grandes zancadas, pero sabía que no era del esfuerzo físico.

Paró en seco volviendo a su forma de pantera en menos de un segundo, apenas intuyó su bellísima silueta a lo lejos y el corazón le dio un vuelco, no podía tener tanta suerte…se acercó con cuidado, no estaba totalmente seguro de que fuera ella, una extraña aura verde oscura parecía rodear el esbelto cuerpo a modo de escudo, miro alrededor buscando al abisario pero parecía estar sola, el gato ladeó la cabeza dubitativo: “¡Mostraos, seáis quien seáis-reconoció de inmediato la dulce voz femenina aunque el tono era firme y amenazante-salid de donde estéis!”- la elfa de cabellos de fuego lo había detectado mucho antes de que él la viese y al parecer estaba en guardia-“¡Increíble!”- pensó maravillado; se adelantó unos pasos y se mostró ante la bruja.

Reconocer a la pantera y hacer desaparecer el escudo de piel de demonio que la envolvía fue automático, suspiró visiblemente aliviada y se dejó caer contra el tronco de árbol semi podrido en el que descansaba. El gato también se relajó, pudo observar entonces que la bruja había hecho otro despliegue de artes oscuras en el lago y los alrededores, los cadáveres de múrlocs parecían alfombrar el claro, observó a la elfa, estaba cansada y se le notaba, pero también constató que había ganado experiencia y destreza en la lucha desde la última vez que se habían visto: “Parece diferente- pensó olisqueándola instintivamente- pero sigue siendo ella y huele igual de bien”-sonrió felinamente para sí.

Alïna ladeó la cabeza y enarcó una ceja divertida: “No recuerdo vuestro nombre”-dijo encogiéndose de hombros al tiempo que hacía un gesto para que el gato se acercase, el felino cambió a su forma elfica e hizo una reverencia antes de sentarse: “Nayib Lunablanca mi señora”-la elfa sonrió, esa suave voz Kaldorei la hacía sentir tranquila, observó al elfo sentarse frente a ella y volvió a recostarse contra el árbol sin vida, estaba realmente agotada.

Nayib la observó sin disimulo largamente y ella se concentró en un punto indefinible del paisaje, consciente de que el druida estaba memorizando cada uno de sus rasgos con precisión milimétrica, era extraño, normalmente se sentía violenta con ese tipo de cosas, más aún viniendo de un completo desconocido que para colmo, era “enemigo natural”, agitó la cabeza y se decidió a mirarlo a los ojos, para su sorpresa el druida enrojeció.

martes, 3 de agosto de 2010

Un encuentro inesperado (II)

La elfa se rió y sin pensárselo, se volvió hacia él y le rascó tras las orejas. El druida hizo amago de retroceder pero las caricias le dejaron la mente en blanco y bajó totalmente la guardia, era sorprendentemente agradable y la primera vez que alguien se aventuraba a acariciarlo en su forma felina, aunque la lógica le advertía que aquello no estaba bien, su instinto le decía que estaba seguro con ella, que no había nada que temer o por lo que estar a la defensiva, así pues agachó la cabeza y se colocó en el regazo de la elfa dejándose acariciar medio adormecido y ronroneando como un gatito.


Perdió la cuenta del tiempo que pasaron así y a la bruja parecía no incomodarle en absoluto la situación, miró a la pantera azulada y sonrió: “Ojalá todo fuera así de simple -dijo en un perfecto y melodioso Darnassiano, el gato abrió un ojo- las cosas serían mucho más fáciles…”-jugueteó con un suave mechón azulado entre sus dedos y el minino la miró entornando los ojos, de alguna manera ella supo que afirmaba lo que acababa de oír.

Era noche cerrada, las estrellas se habían adueñado por completo del cielo y una brisa fría con retazos de olor a algas y a sal llegaba hasta el lago de cuando en cuando, al fin y al cabo, la ensenada de Zoram no quedaba lejos.

El gato abandonó muy a su pesar el regazo de la bruja y alejándose apenas un par de metros volvió a su forma elfica, ella lo miro atentamente y una media sonrisa se le dibujo en el bello rostro, él le sostuvo la mirada y se inclinó haciendo una reverencia, a ella pareció hacerle gracia y enarcó una ceja mientras le preguntaba en su idioma materno: “¿Con quién tengo el gusto?”-él parpadeó unos segundos hasta asimilar y traducir mentalmente la pregunta y acto seguido una sonrisa asomó a la comisura de sus labios: “Nayib Lunablanca mi señora-dijo pagado de sí mismo por haberle entendido aún teniendo escasa idea de Thalassiano- pero podeis llamarme Nay, que es como me llaman mis amigos…¿Y vos sois? ”- inquirió con una suave y agradable voz masculina; la elfa ladeó la cabeza y la melena rojiza y perfectamente cuidada pareció centellear- “Alïna Sirfalas y podéis llamarme Ali”-contestó casi cantando, y le dedicó una sonrisa que dejó al druida completamente desarmado.

Nayib carraspeó para recuperar el habla y le dijo en un más que vergonzoso Thalassiano: “Encantado de conoceros”- la bruja evitó una sonrisa consciente del esfuerzo dialectico por parte del druida y agradecida por el detalle.

La brisa comenzaba a ser más fría, de buena gana hubieran hecho una pequeña hoguera, pero ninguno de los dos quería atraer la atención. Conversaron durante largo rato, intercambiando pareceres a cerca de sus pueblos, la guerra, la situación en Rasganorte, tenían unas opiniones sorprendentemente similares y eso hizo que simpatizaran con mucha más naturalidad si cabía.

El tiempo transcurrió rápidamente.

Nayib miró por encima del hombro de Alïna hacia la espesura del bosque, los animales habían empezado a regresar a sus madrigueras para pasar la noche y no era seguro quedarse a la intemperie en esas tierras, la bruja pareció adivinar los pensamientos del elfo y susurró: “Deberíamos marcharnos-miró nerviosa en torno a ella- no es seguro que estemos así tanto tiempo”-él asintió visiblemente apesadumbrado- “Ha sido un verdadero placer y una inesperada sorpresa encontraros”- dijo esta vez en su idioma materno con un precioso acento que recordaba al de algún lugar del norte de Kalimdor, le tendió la mano para ayudarla a incorporarse y una descarga eléctrica le recorrió la espina dorsal cuando sus manos se encontraron.

Alïna lo miró directamente a los ojos-“Quizá volvamos a vernos”-dijo, el elfo asintió y tras hacer una reverencia desapareció en la oscuridad, la bruja pudo oír el eco apagado de un rugido felino y sonrió a sabiendas de que el druida se había metamorfoseado en guepardo; invocó a su corcel vil y se dirigió a la avanzada de Zoram´gar para pasar la noche.

No era un plan de su agrado, pues era una elfa bastante reacia a la compañía no deseada, pero era lo que había, eso o el puesto del Hachazo, que le quedaba mucho más al este, torció el gesto con disgusto y espoleó al caballo, recordó a Nayib y su vano intento por hablar en Thalassiano y soltó una carcajada, definitivamente el elfo le había caído bien.

viernes, 30 de julio de 2010

Un encuentro inesperado (I)

El elfo levantó la cabeza y miró a su alrededor algo extrañado, la noche caía en Vallefresno y las primeras estrellas asomaban tímidas sobre el oscuro lienzo nocturno: “Juraría que he visto una llamarada-murmuró para sí al tiempo que se encogía de hombros-deben ser imaginaciones mías…” volvió a concentrarse en cortar la vidaraíz en el punto exacto para extraer de la planta lo que le hacía falta sin dejar que esta muriese, miró con atención el trozo de raíz y lo guardó en su faltriquera con gesto satisfecho.



Un nuevo destello de color púrpura se encendió a cierta distancia, apenas unos segundos; el elfo entrecerró sus ojos color ámbar con suspicacia: “¡Esta vez estoy seguro!” –pensó poniéndose automáticamente en guardia, tras una breve convulsión, una pelambrera azulada le cubrió el cuerpo y su cara se transformó en la de un hermoso felino, en su forma de pantera, el elfo olfateó el aire y aguzó sus sentidos, si, ahí estaba, podía olerla, ahora sí.


Se acercó por la espalda con movimientos lentos y calculados, observando muy de cerca los pasos de la criatura de cabellos de fuego, estaba sentada en un claro, a orillas del lago Falathim, al parecer estaba bebiendo, olfateó nuevamente el aire, no cabía duda, era una Sin´dorei, ese olor dulce era inconfundible, pero este además era particularmente fresco, la elfa no había notado su presencia.


Decidió quedarse en las sombras y observó como la elfa se ponía en pie con un grácil movimiento y, tras unos instantes, empezaba a murmurar palabras en un dialecto demoníaco que solo podían conocer los adoradores de las sombras, el gato entrecerró los ojos: “Una bruja…”apretó las fauces con fuerza, la elfa invocó a un abisario que inmediatamente atacó a un múrloc de los muchos que infestaban su amada tierra, fue masacrándolos uno a uno hasta dejar el lago totalmente limpio de criaturas viles, visiblemente fatigada por el esfuerzo, envió a su demonio de nuevo al mundo de las sombras y se recostó bajo un abedul, rebuscó en una bolsa y sacó lo que parecía una poción rúnica.


“Sé que debería atacarla y que ahora sería una presa fácil”–pensó y avanzó con lentitud mientras la observaba detenidamente, se agazapó apenas a unos metros de distancia mirando el bellísimo rostro femenino y el cuerpo menudo y esbelto, con esa elegancia innata propia de los altos elfos, y tras unos instantes, sin saber muy bien el motivo, salió de las sombras y se dejó ver.


La elfa, lejos de asustarse, pareció más bien sorprendida por la compañía, ladeó la cabeza y esbozó una media sonrisa: “Bal'a dash!” – lo saludó con una preciosa voz, el felino se quedó sin aliento, no sabía mucho de Thalassiano pero sí lo básico; ¿Acaso lo había saludado?,de no haber estado en cambio de forma, su cara de estupefacción habría sido mayúscula.


Sus músculos ,en tensión hasta ese instante, se relajaron y salvó los apenas diez metros que lo separaban de la Sin´dorei de un salto, la elfa pareció asustarse pero recuperó al instante la compostura: “He de reconocer que es valiente” –pensó el elfo con una sonrisa, la acechó observándola muy de cerca, pues aunque era evidente que ella era menos diestra en la lucha, el elfo había tenido la ocasión de verla en acción hacía apenas unos minutos y se había quedado boquiabierto de admiración, la elfa le sostenía la mirada sin atisbo de miedo, el gato se acercó de forma pretendidamente lenta y esta vez, puso su hocico tras la oreja de la elfa casi rozando su piel, le olfateó la nuca y notó como la elfa se estremecía levemente, él sabía que la bruja era plenamente consciente de su delicada situación, estaba en desigualdad de condiciones, pero el druida no tenía el menor deseo de hacerle daño, no había hecho ningún mal a las tierras de sus ancestros, más bien al contrario, y él no se consideraba un Kaldorei belicoso, solo mataba en defensa propia.

“Huele de maravilla”- pensó y sin poder evitarlo se le escapó un leve ronroneo.